lunes, enero 29, 2007

El alma rota

Este sábado, en clase, Mustafá me pidió que le conjugara un verbo en pasado, presente y futuro. Pero no un verbo cualquiera. Él quería la conjugación del verbo huir. Esto no tendría mayor trascendencia de no ser porque Mustafá es uno de los inmigrantes ilegales a los que doy clases de español. Uno de tantos que van dando tumbos por nuestro país, sin techo, sin familia, sin dinero, sin trabajo y sin papeles, tras haber salido “por patas” de su tierra, Mali.
Yo agaché la cabeza, no quise preguntar… tragué saliva, suspiré hondo y empecé a escribir en una pizarra Vileda las tres conjugaciones.
Tras esto me pidió que le tradujera al español el verbo “renvoyer”. Esto se me hizo en un principio menos duro. “Es reenviar”, le dije. Y Mustafá enarcó las cejas y me di cuenta de que para él algo no encajaba en lo que le decía. A mí se me encogió el corazón, cuando, tras pensar unos segundos, proseguí: “claro, es “reenviar” si hablamos de objetos, pero si hablamos de personas, una buena traducción sería “repatriar”.
No quise saber, no quise preguntar. Sólo noté cómo el alma se me rompía en pequeños pedazos mientras Mustafá, aplicado como es cuando se pone, copiaba mis conjugaciones escritas en la pizarra Vileda y me pedía con su eterna sonrisa que le deletreara “repatriar”.

Os quiero, feos, aunque me hagáis llorar.
Besos.

PS: Dedicado a la ternura que transmiten vuestras palabras, a su calor y a su sabor y dedicado al fuego en el que me he consumido tantas veces.

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